miércoles, 16 de abril de 2008

¿Citius, altius, fortius?



Palabras, huecas palabras. O quizás no tan vacías. Son un lema. Un lema para unos juegos. Son un lema, para toda una vida. ¿Pero qué significa?.


Citius. El más rápido. Todos comenzamos una carrera, la carrera de la vida. Es tan larga, pero a la vez tan corta. Algunas personas la viven intensamente, corriendo a toda velocidad. Pero en la vida, como en una carrera ha de empezarse despacio, no muy lento. EL principio es la infancia y la adolescencia, donde hay que crecer para ir acelerando. La vida sique, sigue la carrera, y aparecen los obstáculos, que hay que saltar grácilmente, esquivándolos, evadiéndolos, para no tropezar. Y cuando ya vamos llegando a la meta hay que sacar lo mejor de nosotros. Hay que exprimir cada segundo. Cuando ya lo hemos vivido todo y todo nos queda por vivir. Nos sentimos orgullosos de no ser alguno de esos atletas que han tropezado con el primer obstáculo y no se pudieron mantener, porque al empezar la carrera, corrieron demasiado rápido y no se prepararon.


Altius. El más alto. La ámbición de ser alguien, de hacer algo en la vida. El atleta se prepara, corriendo a toda velocidad, comienza alzando su pértiga, aquella que tanto esfuerzo le costó construir, clava la pértiga en el suelo y se eleva hacia lo más alto. Desde que somos concebidos vamos creando nuestra "pértiga". Pieza por pieza la vamos montando cual puzzle de mil piezas. Ha de ser grande, resistente y flexible para elevarnos hasta nuestros sueños. Cuando florecemos comienza realmente nuestra vida y nos lanzamos a la carrera, acelerando y acelerando, solo pensando en nuestro objetivo. Entonces llega el momento, el momento para el que nos hemos estado preparando toda nuestra vida, clavamos la pértiga en el suelo con fuerza y decisión y ascendemos como un pájaro hasta llegar a nuestra meta. Podemos caernos, pero lo más importante es intentarlo una y otra vez, sin rendirnos, sin desfallecer. Lo importante es la perseverancia.


Fortius. El más fuerte. La capacidad de resistir las adversidades, de aguantar inumerables caídas, de seguir levantándonos sin protestar. El atleta recoge la pesada bola, la pesada carga de la vida, la pesada carga de las consecuencias. Su rostro impertérrito demuestra su concentración. Y comienza a girar en círculos, como una peonza. Aguanta y aguanta, aguanta y aguanta, no se rinde, no desfallece. Y así hemos de resistir, porque algún día soltaremos nuestra bola, dejaremos de girar y disfrutaremos de nuestros momentos de gloria.
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