jueves, 12 de marzo de 2009

Escisión

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Cálidas lágrimas de helada desdicha recorrían su marmolea tez inmaculada. A lo lejos, se marchaba el tren, el cual llevaba a su amiga. La que había rebuscado en su interior hasta conocerla por completo. Mil recuerdos caían desde sus ojos al suelo de la estación. En medio de la multitud, se sintió más sola que nunca. Y es que ahora, tendría que forjar su propio camino. Tendría que andar paso a paso por la sórdida y cruel llanura de la madurez sin contar con el cayado que había supuesto su amiga. Cien dudas caían sobre ella como perforantes gotas de ácido, que corroían el muro que su personalidad había construido a lo largo de tantos años. El fin de una etapa, que da paso a otra. Otra más dura, mucho más.
Entre convulsiones involuntarias, caminó hacia el banco más cercano y se dejó caer sin fuerzas. Queriendo eliminar las lágrimas de su rostro, se compadecía de si misma por ser tan débil, y a la vez no quería dejar de llorar para que su corazón sintiese más cerca lo que acababa de perder.
Entonces cayó la lluvia, la lluvia de verano. Todos corrieron evitando mojarse. Amanda se levantó con dificultad, y se colocó bajo las gotas frescas que descendían desde al cielo. Y pensó: “El cielo llora también su marcha”. La lluvia que caía en su rostro se unía con sus lágrimas. Y cada vez mayor era el llanto del inmenso azul. Era tal su intensidad que ya comenzaba a cubrir el suelo con una fina capa de templada pureza. En su melancólica soledad, Amanda se abrazó a sí misma en medio de aquella estación de tren vacía. Sin saber que le depararía el futuro.

lunes, 9 de marzo de 2009

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0 shakes

Mientras deslizo los dedos voy palpando cada sonido, cada vibración de la cuerda que percuto. Sólo improviso. Con los ojos cerrados y mis manos acariciando las teclas. Mis oídos se inundan de ese magnífico tintineo. Me estremezco y siento cómo cada pelo de mi piel se eriza al oír la música. La escucho sin saber siquiera que estoy tocando. Sólo pulso y pulso. Y se produce la magia, esa magia que hace soñar y que inspira. Entra en mis oídos y fecunda mi mente. Y entonces rompo aguas. Mis ojos lloran y no puedo más que escribir en esta máquina mientras doy a luz a uno de mis hijos. Uno de tantos, que buenos o malos son míos. Son retazos de mí. Fragmentos de mi propia alma. Son mi gracia y mi desdicha. Son mi esencia. Hoy es bailarina, y gira entre las negras y las blancas siguiendo el ritmo de mis dedos. Baila a mi son. Llora y ríe conmigo. Es imprevisible. Le crecen alas y comienza a volar con trémulo aleteo entre el olor a hojas viejas que impregna la biblioteca. Se desliza entre la sabiduría de mil hombres y mujeres, entre la historia de toda una civilización. Canta junto al conocimiento de la humanidad. Y exhausta, reposa sobre un pianísimo “Mi” bemol. La melodía se va apagando a medida que mis dedos tristes caen, y reposan junto a ella. Descansan los pulmones de mi joven piano. Su voz se apaga y duerme.

sábado, 7 de marzo de 2009

Tribulaciones en hora libre

1 shakes

El rugido de las hojas arrugadas, el fluir de los folios, y el murmullo incipiente de pequeños cuchicheos que no cesa en la clase. Aún así, todo está en silencio. Hora libre, trabajar es la orden del momento. Pero quién quiere trabajar a las doce de la mañana de un día lluvioso. La respuesta es obvia. Se me antoja escabullirme, adentrarme en otro mundo, pero no se me ocurre nada. Entonces decido escribir, y comienzo a soñar. Me deslizo entre los silenciosos trazos de mi lápiz, redactando sin tan solo pensar. El murmullo ha cesado, y todos dormitan sobre sus pupitres fingiendo trabajar. Mi compañero de al lado, alza la cabeza y mira con curiosidad que escribo. No es mi amigo, ni siquiera me cae bien, le despacho y me cubro con el brazo.
La profesora vigila ávidamente cual centinela de piedra clavado en el suelo. No aparta la vista de nosotros ni un segundo. Miro por la ventana y observo. Veo el cielo, triste y gris, que no cesa de llorar con una melancólica y penetrante humedad. El frío se escurre bajo la ventana. Me cala los huesos.
Me acuerdo de mi piano, ¿estará bien? Respondiendo a mi pensamiento, ha llegado mágicamente a mi pupitre. Ahora toco una pequeña melodía, que tan solo yo puedo escuchar y desfrutar.
Estoy empezando a odiar esta clase. Es tan seca, distante y poco acogedora que desearía estar en cualquier otro lugar. Cómo se nota que no están mis amigos. Con ellos no me importa estar aquí, pero ellos están en ciencias. Yo elegí letras, ¿y acaso lo dudabas?, estás leyendo esto.
El pequeño “mini nazi” de cabeza rapada que tengo al lado, vuelve a la carga. Me achaca escribir un diario mientras se ríe. En su propia ignorancia, se cree muy masculino por no dejar de hacer cosas tales como flatulencias y eructos. Al final me da incluso lástima.
-¿Qué escribes?- me pregunta con sarcástico tono de interés.
-Memorias de una mesa.- le respondo intentando ser lo más arisco posible.
-¿Por qué no me lo puedes decir?- me pregunta casi molesto.
-Es que no te lo voy a decir a ti.- Se calla unos segundo pensando su respuesta.
-Oh, qué mayor...
Su tono de superioridad es fácilmente detectable, así que desisto de hablar con él, al fin y al cabo, tampoco se podría hablar de mucho.
Leo de arriba abajo esto que he escrito. No es mi redacción más brillante, de hecho, la considero mediocre. Este mal tiempo no me inspira demasiado.
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