lunes, 7 de diciembre de 2009

Ella siempre llega....

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Aún bien vivo me encuentro y sin embargo conmigo ya la siento. Pesa sobre mi su presencia y contra mi erizada nuca golpea su gélido aliento. En su pétreo abrazo puedo sentir sus huesos desnudos que anhelan la carne, que buscan el calor de mi cuerpo ausente. Como alma en pena me postro ante el espejo y  la contemplo. Sobre mi hombro su marmolea calavera y recostado sobre mi espalda su desarticulado cuerpo. Sus cóncavos ojos con mirada vacía escrutan mi ser esperando mi respuesta, más no quiero ya rendirme a ella, por muy desdichado que ahora yo me sienta. Puedo ver en su demacrada sonrisa como ansía ese momento y por ello ya desde hace días ella me acompaña. Desde que está junto a mí, hasta el sol me rehúye y de la suave brisa veraniega ya no conoce mi piel el tacto. Puedo ver a los demás sonreir más ni esforzándome consigo yo tensar mis labios levemente. ¿Qué he yo de hacer para satisfacer tan cruel deseo? ¿Es acaso la única solución corresponder a su abrazo y dormir eternamente? Aún negándome a dicho destino cada vez lo veo más como mi único alivio. Apenas si puedo ya respirar correctamente y tan solo mi miedo me ancla ya a este mar de desdicha y desasosiego. Sin poder ya más aguantar, he de rendirme a su suculenta y espeluznante oferta, pues mis párpados decaen lentamente y mi respiración es cada vez más pausada. Recorre mi mejilla una última lágrima mientras me lleva. Tan solo espero haber vivido lo que debiera.   

martes, 1 de diciembre de 2009

Editorial de la revista Moaxaja - La educación

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             La educación es uno de los temas más candentes del momento. Se sitúa en el ojo de un turbulento huracán que critica al progreso de nuestra sociedad actual. Y es que muchos cuestionan, si lo que realmente estamos contemplando en estos momentos, es más una evolución en la enseñanza o un retroceso. ¿Y qué es realmente la educación? ¿Es tan sólo el proceso de adquisición de una serie de conocimientos? No. La educación es algo más, es un desarrollo constante, que en las manos adecuadas, transforma a un niño pequeño, inmaduro y sin criterio, en un adulto inteligente y con aspiraciones, una persona capaz de afrontar la vida y no rendirse en el intento.
      
             El fracaso escolar en España, es uno de los problemas más inquietantes de nuestro país. ¿Dónde vamos a ir a parar, si los receptores del legado que tantos años ha costado conseguir, no tienen estudios ni ganas de adquirirlos? La raíz de este gran problema, es sin duda, la educación en las casas. Los padres no pueden dejar caer todo el peso de la enseñanza de sus hijos en las escuelas o en los profesores de turno. Los modales, el respeto y el saber estar, son valores que se adquieren en el día a día de relación y convivencia entre padres e hijos. He aquí el quid de la cuestión. Dijo Johann Wolfgang Goethe: “Podrían engendrarse hijos educados, si lo estuvieran sus padres”. ¿Entonces cuál es la solución?
      
              Sin embargo, no es necesario ser demasiado crítico ni introducir en el mismo saco, a todos los estudiantes y padres. Lo que si es cierto, es que España, en comparación con sus vecinos europeos igualmente desarrollados, cuenta con un nivel de educación bastante inferior. Ante todo, la cuestión principal no es reducir el abandono escolar mediante la reducción de temario o de rigor en la calificación, porque no se trata de cuántos alumnos pasan con éxito la educación académica, sino de con qué conocimientos y que preparación dispondrán tras dicho proceso. La educación hoy en día, se considera como un simple método de clasificación, y debería ser mucho más. Los alumnos necesitan motivación para seguir con un sistema de estudios, que si se llega a equiparar a la media europea, será más duro. Es necesario inculcar en los jóvenes unas aspiraciones profesionales que puedan seguir, y que les inciten a permanecer en los estudios, porque llega una edad, en la cual, si no quieres estudiar, realmente no aprendes nada. Y esta motivación se debe centrar, principalmente en desarrollar la madurez personal del alumno, para que éste, mediante su propia reflexión, se exija a si mismo prepararse para un futuro próximo.
     
            La educación está en peligro, uno de los pilares más importantes de la civilización que tantos años nos ha costado construir, se está debilitando poco a poco en nuestro país. La solución no reside tan solo en el gobierno o en los colegios. La solución se encuentra en mano de todos. Padres e hijos, profesores y alumnos, gobierno y población, todos hemos de intervenir en este tema y llevarlo por una senda adecuada, que cambie, como lo hizo hace siglos, la trayectoria de nuestro país.
     
            Dijo Simón Bolívar: “Las naciones marchan hacia su grandeza al mismo paso que avanza su educación”

lunes, 9 de noviembre de 2009

Quiero gritar

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Aquí está otra vez, esa sensación que escapa a mi control. Fluye por mi mente, me distrae. Lo mismo me hace feliz, que al momento siguiente siento la impetuosa necesidad de rendirme al llanto. Me oprime el pecho y me impide respirar , me ataca por sorpresa desde algún recóndito escondite de mi mente y luego huye a refugiarse entre las sombras de mi propia incertidumbre. Creí que podría, no dejaba de afirmarlo, y sin embargo al final he sucumbido. ¿Qué puedo hacer ahora? ¿Huir? Es lo más sensato, pero no puedo evitar preguntarme, ¿podría ser? No se si seguir a mi razón o a mi corazón. Este segundo suele equivocarse con frecuencia, y cuando lo hace, duele. Sin embargo el primero me permite a menudo ser más objetivo. Debate entre debates, cuantos han caído en su trampa.

En realidad no se que haré, aunque ahora mismo la balanza se inclina hacia la razón, puede que algo cambie las tornas del juego. Espero despejar pronto mi mente, porque este pensamiento se ha convertido ya en un bucle sin salida, un circulo interminable de reflexión y angustia, de llanto y dolor. Al fin y al cabo siempre termina en sufrimiento.


Tengo ganas de gritar.

domingo, 8 de noviembre de 2009

¿Quieres jugar?

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Tengo el recuerdo tan nítido como si ayer hubiese sucedido. Era un día de tantos, gris con cielo encapotado y  el incipiente invierno comenzando a palpar nuestros infantiles rostros con sus heladas caricias y sus nostálgicos susurros. Era uno de los primeros días de colegio, y yo, estaba sentado solo y hecho un ovillo junto a un árbol del patio. Observaba con recelo a aquellos que ya habían conseguido amigos y esquivaba las curiosas miradas de los que se preguntaban porqué yo aún no tenía ninguno. Si bien no era el único, junto a otro árbol residía otra niña que al igual que yo, carecía de amigos, y ambos tímidos apenas si nos miramos un par de veces. Los profesores habían intentado que todos nos relacionáramos, pero aquellos primeros días, tenían nuestras inmaduras habilidades sociales algo mermadas, y sólo los más alegres y despreocupados habían salido de aquella extraña sensación de soledad o de compañía desconocida.

Yo me sentía enjaulado por los lazos de mi timidez y apenas había pronunciado un hola en los días transcurridos . En aquel mi quinto recreo en solitario, contemplaba como la mayoría de los niños jugaban al fútbol, como reían y como correteaban sin parar tras la pelota. Entonces, uno de aquellos, se me quedó mirando fijamente, y yo como era de esperar, giré la cara temeroso de que lo hubiera considerado una ofensa. Miré de reojo para retomar mi visión del juego, y aquel niño seguía observándome fijamente. En un extraño arrebato de valentía, nada propio de mí por aquellos tiempos, lo miré al igual que él me miraba. En cuanto le devolví el contacto visual, comenzó a caminar hacia mí, y sin mediar palabra, me tendió la mano. Me quedé observando su mano frente a mí durante medio minuto y entonces dijo:

-¿Quieres jugar? - me preguntó a la vez que esbozaba una gran sonrisa en su cara.

Por primera vez en todos aquellos días, alguien me había dirigido la palabra fuera de clase, y además su sonrisa sincera me inspiró confianza, así que agarré su mano para levantarme y le asentí con la cabeza a la vez que le devolvía la sonrisa. Fue como un impulso que me ayudó a despertar de mi letargo de timidez. Se convirtió en primer amigo, que no sería uno de los mejores hasta muchos años después.


Para Gabri.

sábado, 17 de octubre de 2009

Ser

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Nosotros vivimos. Simplemente nacemos, crecemos y morimos. Pasamos la vida, quejándonos. Sin ser capaces de percibir, cuán maravilloso, es el simple hecho de ser. Somos, estamos en el mundo y nos movemos sin apreciar nada. Me estremezco sólo de pensar en lo que soy. ¿Y qué soy? No lo se. Y dudo que lo averigüe cuando tantos antes que yo, se han planteado la misma pregunta una y otra vez. A veces me detengo, y miro mis dedos, los muevo. Me toco el brazo, y así compruebo, que realmente existo, que estoy exactamente en donde presupongo estar. Respiro, y puedo sentir como el aire circula por mi cuerpo, y me renueva. Soy incapaz de concebir, que es aquello, que me hace ser. Que me mantiene con vida. ¿Será la magia?
Puedo tocar un muro de cemento, y sentirlo sólido. Puedo hablar y comunicarme con otros. Puedo escuchar el susurro de las hojas. ¿Es esto acaso comprensible?  Yo mismo, no soy más que un complejísimo puzle. Cierro y abro mis parpados, y puedo ver, puedo sentir. Es algo tan sumamente increíble. Vivimos en un mundo lleno de colores, de formas, de olores, de sabores, de texturas.  Caminamos diariamente sin pensar en todo esto. Sin pensar que todo es una enorme pieza de ingeniería que funciona unida. Todos somos todo. El todo somos nosotros mismos, y cuando olvidamos esto, destruimos la belleza que nos rodea. Destruimos nuestra propia belleza. ¡Podemos pensar! Somos capaces de apreciar realmente este enorme sistema vivo. ¿Cómo  puede vivir alguien sin preguntarse algo así? Es inútil vagar sin razón. Al menos, aún sin conocer las respuestas, tenemos que vivir. Vivir, y aprovechar lo que nos ofrece un mundo incomprensiblemente perfecto.
 Somos. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?........

martes, 6 de octubre de 2009

Honestidad

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Es difícil llevar la cuenta de los días que llevo aquí encerrado. Una extraña oscuridad se apodera de todo, y ni siquiera puedo verme. No soy capaz de reconocerme a mi mismo. No puedo recordar como llegué aquí. Intento hacer memoria y sólo puedo sentir el resquicio de un lejano rencor. He recorrido esta eterna estancia en busca de una salida, pero nada. Al menos no es fácil de encontrar. Sólo me queda pensar. Sólo me queda permanecer en silencio, dejar de gritar, y encontrar mi salida. Siento algo, creo que se trata del remordimiento.
¿Cuántas veces he mentido?
Me he estado rodeando de rencor, odio, reproches y mentiras. Y ahora me encuentro aquí, solo y a oscuras. Ahora me doy cuenta, de que este lugar es tan oscuro como mi propio corazón. Siento miedo y angustia. Es muy posible, que todo esto sea culpa mía. Siento algo en mi rostro. Algo cálido y reconfortante. Hacía mucho que no sentía nada parecido. ¿Pueden ser lágrimas? Me río de mi propia incredulidad y palpo con temor mis avergonzados ojos. Son sin lugar a dudas, pequeños retazos de la humanidad que una vez tuve. Y por primera vez dentro de esta agonizante situación, puedo ver algo. Los dedos que han palpado mis ojos, son ahora visibles. ¿Es acaso mi propia desdicha la que me sacará de este agujero de incertidumbre?
Lloro tanto, que mis lágrimas se derraman en el suelo, y entonces, todo se inunda. Mientras me pido perdón a mi mismo, por haber sido tan cínico, puedo al fin ver mi cuerpo, y recordar quién fui. Y cuando ya había aceptado que mi momento final había llegado, el torrente de lágrimas desapareció. Podía respirar. Y siendo yo una vez más, contemplé mi mundo otra vez. El mundo que me había dado la espalda al igual que yo a él. Entonces me decidí a ser honesto de una vez por todas, y a afrontar sin temor todos los errores que cometí.
              

lunes, 5 de octubre de 2009

Somos esclavos de nosotros mismos

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¿Por qué? Es irónico pensar, que algo te pueda hacer tan dichoso y desgraciado al mismo tiempo. Que nuestra humanidad, sea nuestro regalo y nuestra condena. Vivimos encadenados  a unos sentimientos, carentes en sí de empatía por nosotros.

En ocasiones los odio, y sin embargo, luego me siento agradecido de poder disfrutarlos. Me alegra ser capaz de mirar al suelo, y contemplar con énfasis, cómo el viento azota las briznas de hierba. Me entusiasma tocar el agua, y sin saber porqué, sentirme maravillado por el simple hecho de su existencia.
Luego, llega el dolor. Ese del que siempre he querido huir. Porque odio alzar la vista hacia la televisión, y sin saber porqué, derramar lágrimas por personas que ni siquiera conozco. Odio comprobar poco a poco, y con la experiencia, que la gente te decepciona, y todo tiene que seguir. Y en esos momentos, desearía ser frío.
Pero siempre que pienso esto, llego a la misma incongruencia. ¿Castigo o regalo? Quizá nunca llegue a saberlo. Pero mientras, seguiré riendo, seguiré llorando. Y es que no somos más que esclavos de nuestra más valiosa característica.

viernes, 2 de octubre de 2009

Quiero sonreir

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                A veces miro al cielo. Lo miro y sueño.  Imagino todas las estrellas que deberían estar ahí, y que sin embargo nosotros hemos borrado. Respiro pausadamente y camino bajo el oscuro cielo escuchando el silencio.

     Entonces, cuando nada me perturba, apartado del mundanal ruido, puedo pensar. Pienso en qué puede llegar, en qué llegará y en aquello que pasó tan veloz que apenas pude detenerme a sentirlo. Lo reconozco, no he sido capaz de percibir lo bueno, hasta que, al mirar atrás, lo he echado de menos. Pero no es demasiado tarde. Quiero cambiar. Pero quiero tantas cosas, que me abruma el no poder conseguirlas todas. Y sin embargo estoy elaborando mi ruta. Quizá hoy me sienta optimista, o quizá solo sea la tonta ilusión de un adolescente engatusado  por las etéreas promesas de un futuro tan incierto. 
                Todas mis obligaciones me hacen pensar, que quizá no merezca la pena. Pero  me siento impetuoso, en cierto modo insolente, y me burlo irónicamente de tan pesada carga. Yo intento sonreír. Quiero aprovechar al máximo estos últimos años de esta la primera etapa de mi vida, porque ya mismo se acaban, y se que los echaré de menos. Lo sé.

sábado, 26 de septiembre de 2009

Madurez

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Añoro la inocencia. Añoro cuando los días pasaban sin tener ninguna relevancia y solamente vivía el presente. Ahora todo es mirar hacia delante. Mirar hacia el futuro. Antes mi mente, tan solo se preguntaba, qué había sido de mi juguete favorito. Ahora pienso, qué será de mí dentro de dos años.
Es agobiante. Esa sensación que te oprime el pecho, que te deja sin respiración cuando pasa por tu mente. Creo recordar que se llamaba incertidumbre. ¿Incertidumbre en el futuro? ¿En mi porvenir?
Es agobiante. La angustia constante de pensar, que un solo error marcará el resto de mi vida. Me asusta tanto, que lo evado cuanto puedo. Pero no siempre hay ruido. Y al final, ese pensamiento se impone cruelmente en el centro de todo.
Entonces empiezan los planes. Piensas cómo seguirás, y trazas un camino, colocas una meta. Pero sin darte cuenta, pones muchos obstáculos. Y cuando están a punto de darte la señal de salida, te arrepientes. Sin embargo corres. Corres porque debes hacerlo y lo sabes. Y sólo te queda concentrarte, y saltar todos los obstáculos, saltarlos todos para llegar al fin a la meta, y respirar tranquilo.

Se lo dedico a mis Lauras

martes, 22 de septiembre de 2009

Confianza

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¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué la rompiste? Si miro atrás, soy capaz de ver mil y un recuerdos entrelazados siempre por lo que una vez fue nuestra amistad. Pero ahora todo está empañado, y ya no puedo sonreír cuando te recuerdo. Antes sólo con pensar en ti, mis labios se abrían de par en par, y a menudo me encontraba riéndome a solas. ¿Qué te hice para que destruyeras todo lo que tanto nos costó construir? Ya librábamos batallas antes, siempre nos peleábamos. Pero al fin y al cabo, eso también forma parte de la amistad. Sin embargo tú empezaste a jugar sucio.
Debes pensar en el primer día que me miraste, y por dentro ya pensabas mal de mí. Y desde ese día, debes sentirte culpable. Culpable por cínica e hipócrita, culpable por romper las siglas que nos iban a unir para siempre. Pero ahora ya no queda nada. Cada día que pasa me olvido un poquito más de ti, y ya ni siquiera recuerdo tu voz. Te veo cada día, pero es como si pasase junto a alguien que creo reconocer pero del cual no recuerdo su nombre.
Lloré. No puedo contar cuantas noches no dormí, al pensar que al día siguiente, no me acompañarías al colegio, y que nunca más me harías reír.
Se que debo seguir, porque apenas ha empezado mi vida, y todos me dicen que habrá miles como tú. Pero yo no sé si podré. Al irte, te has llevado una parte de mí, y un fragmento de mi corazón. Y no se si todo lo que puedo esperar de esta vida, es que mi corazón se vaya cayendo pedazo a pedazo, mientras mi alma agoniza buscando las respuestas que ni tan siquiera tú conoces. Las respuestas que nadie conoce.
Lo reconozco, lloré. Y si aún te queda algún resquicio de la persona que yo creí que eras, espero por tu bien que tú también hayas llorado.

Se lo dedico a mi gran amiga Bea.

sábado, 4 de julio de 2009

Violonchelo

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Con el constante movimiento de su brazo, surgía de aquel mero trozo de madera que tan perfectamente había sido tallado, un canto sin igual. Su figura esbelta te incitaba a mirarlo una y otra vez preguntándote sin descanso quién tuvo la mente privilegiada de crear algo tan bello. Aquella pieza de madera alzaba su voz, su voz profunda y sentida, que se creaba al lograr una perfecta comunión entre el portador y el portado.

Casi se podía contemplar la silueta del violonchelo danzar entre las caricias del arco del instrumentista. Y en esa perfecta unión se observaba en la cara del músico, un rostro de tremenda satisfacción. Pues es ahí, en su gran sabiduría, en sus años de convivencia con el mismo instrumento, cuando aquel ajado hombre, podía cerrar los ojos y simplemente dejarse llevar mientras abrazaba con ternura aquel objeto inerte, que sin embargo rebosaba vivacidad y belleza en su estado más puro.

lunes, 11 de mayo de 2009

El aborto

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En estos tiempos que corren, el aborto se presenta como uno de los temas que más polémica y controversia genera tanto en nuestro país como en los demás. En este momento en lo que todo es progreso y avance hacia delante, el aborto enfrenta a los pensamientos más tradicionales con los más progresistas. Ante todo se genera un conflicto social, que en este momento no presenta una rápida solución.
En el Estado español, la nueva ley propuesta por el gobierno, ha provocado el rechazo de la gran parte de la población. Y la gran pregunta que presenta es: ¿tiene la madre derecho a determinar el destino de su inesperado hijo?

En la actualidad las relaciones sexuales entre adolescentes han aumentado de una manera más que considerable con respecto a los años anteriores. Y es que, un adolescente que aún es inmaduro, carece de los medios económicos y del sentido de la responsabilidad para criar a un hijo. Ante este problema apareció entonces el aborto, con un velo de modernidad y progreso que sin embargo solo esconde una dura realidad que se podría denominar genocidio infantil, puesto que no son escasas las adolescentes de menos de dieciocho años que quedan embarazadas ya sea por no usar protección o por un error.

El caso indiscutible, es que por el acto inmaduro de un par de niños, se le niegue la vida a un embrión ya fecundado, y por tanto, vivo.

Esta es la postura de miles de personas. Pero desde el punto de vista de la madre, en sus años de adolescencia, el niño se presenta como un obstáculo en el desarrollo de su vida cotidiana y su futuro más cercano, lo que no la exime de su responsabilidad. Sin embargo, moviéndonos por el ámbito jurídico podemos ver, e incluso defendemos, que un menor de edad, no es totalmente responsable de los actos que comete, como en los casos de homicidio y robo, un menor de edad, normalmente recibe una pena muy inferior a la real por el acto cometido. De este modo, se enfrentan los derechos que, a nivel jurídico, representan a dos niños. Entonces, ¿debería una menor de edad recibir toda la responsabilidad sobre el acto inconsciente y no deliberado de quedarse embarazada?

Una vez planteada esta pregunta, se pueden llevar a cabo una serie de planes alternativos, para aquellas adolescentes que no quieran, o no puedan hacerse cargo de su hijo, tales como: dar en adopción al recién nacido o incluso enviarlo a un orfanato. Pero bajo ningún concepto, negarle la opción de vivir.

Sobra decir que estoy en contra del aborto, y ante todo, espero que la propuesta de nuestro “amado” presidente Zapatero, nunca se legalice ni vuelva siquiera a nombrarse, puesto que si una adolescente no tiene la consciencia necesaria para votar a un partido electoral, mucho menos, tiene la consciencia de juzgar el no derecho a la vida.

jueves, 12 de marzo de 2009

Escisión

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Cálidas lágrimas de helada desdicha recorrían su marmolea tez inmaculada. A lo lejos, se marchaba el tren, el cual llevaba a su amiga. La que había rebuscado en su interior hasta conocerla por completo. Mil recuerdos caían desde sus ojos al suelo de la estación. En medio de la multitud, se sintió más sola que nunca. Y es que ahora, tendría que forjar su propio camino. Tendría que andar paso a paso por la sórdida y cruel llanura de la madurez sin contar con el cayado que había supuesto su amiga. Cien dudas caían sobre ella como perforantes gotas de ácido, que corroían el muro que su personalidad había construido a lo largo de tantos años. El fin de una etapa, que da paso a otra. Otra más dura, mucho más.
Entre convulsiones involuntarias, caminó hacia el banco más cercano y se dejó caer sin fuerzas. Queriendo eliminar las lágrimas de su rostro, se compadecía de si misma por ser tan débil, y a la vez no quería dejar de llorar para que su corazón sintiese más cerca lo que acababa de perder.
Entonces cayó la lluvia, la lluvia de verano. Todos corrieron evitando mojarse. Amanda se levantó con dificultad, y se colocó bajo las gotas frescas que descendían desde al cielo. Y pensó: “El cielo llora también su marcha”. La lluvia que caía en su rostro se unía con sus lágrimas. Y cada vez mayor era el llanto del inmenso azul. Era tal su intensidad que ya comenzaba a cubrir el suelo con una fina capa de templada pureza. En su melancólica soledad, Amanda se abrazó a sí misma en medio de aquella estación de tren vacía. Sin saber que le depararía el futuro.

lunes, 9 de marzo de 2009

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Mientras deslizo los dedos voy palpando cada sonido, cada vibración de la cuerda que percuto. Sólo improviso. Con los ojos cerrados y mis manos acariciando las teclas. Mis oídos se inundan de ese magnífico tintineo. Me estremezco y siento cómo cada pelo de mi piel se eriza al oír la música. La escucho sin saber siquiera que estoy tocando. Sólo pulso y pulso. Y se produce la magia, esa magia que hace soñar y que inspira. Entra en mis oídos y fecunda mi mente. Y entonces rompo aguas. Mis ojos lloran y no puedo más que escribir en esta máquina mientras doy a luz a uno de mis hijos. Uno de tantos, que buenos o malos son míos. Son retazos de mí. Fragmentos de mi propia alma. Son mi gracia y mi desdicha. Son mi esencia. Hoy es bailarina, y gira entre las negras y las blancas siguiendo el ritmo de mis dedos. Baila a mi son. Llora y ríe conmigo. Es imprevisible. Le crecen alas y comienza a volar con trémulo aleteo entre el olor a hojas viejas que impregna la biblioteca. Se desliza entre la sabiduría de mil hombres y mujeres, entre la historia de toda una civilización. Canta junto al conocimiento de la humanidad. Y exhausta, reposa sobre un pianísimo “Mi” bemol. La melodía se va apagando a medida que mis dedos tristes caen, y reposan junto a ella. Descansan los pulmones de mi joven piano. Su voz se apaga y duerme.

sábado, 7 de marzo de 2009

Tribulaciones en hora libre

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El rugido de las hojas arrugadas, el fluir de los folios, y el murmullo incipiente de pequeños cuchicheos que no cesa en la clase. Aún así, todo está en silencio. Hora libre, trabajar es la orden del momento. Pero quién quiere trabajar a las doce de la mañana de un día lluvioso. La respuesta es obvia. Se me antoja escabullirme, adentrarme en otro mundo, pero no se me ocurre nada. Entonces decido escribir, y comienzo a soñar. Me deslizo entre los silenciosos trazos de mi lápiz, redactando sin tan solo pensar. El murmullo ha cesado, y todos dormitan sobre sus pupitres fingiendo trabajar. Mi compañero de al lado, alza la cabeza y mira con curiosidad que escribo. No es mi amigo, ni siquiera me cae bien, le despacho y me cubro con el brazo.
La profesora vigila ávidamente cual centinela de piedra clavado en el suelo. No aparta la vista de nosotros ni un segundo. Miro por la ventana y observo. Veo el cielo, triste y gris, que no cesa de llorar con una melancólica y penetrante humedad. El frío se escurre bajo la ventana. Me cala los huesos.
Me acuerdo de mi piano, ¿estará bien? Respondiendo a mi pensamiento, ha llegado mágicamente a mi pupitre. Ahora toco una pequeña melodía, que tan solo yo puedo escuchar y desfrutar.
Estoy empezando a odiar esta clase. Es tan seca, distante y poco acogedora que desearía estar en cualquier otro lugar. Cómo se nota que no están mis amigos. Con ellos no me importa estar aquí, pero ellos están en ciencias. Yo elegí letras, ¿y acaso lo dudabas?, estás leyendo esto.
El pequeño “mini nazi” de cabeza rapada que tengo al lado, vuelve a la carga. Me achaca escribir un diario mientras se ríe. En su propia ignorancia, se cree muy masculino por no dejar de hacer cosas tales como flatulencias y eructos. Al final me da incluso lástima.
-¿Qué escribes?- me pregunta con sarcástico tono de interés.
-Memorias de una mesa.- le respondo intentando ser lo más arisco posible.
-¿Por qué no me lo puedes decir?- me pregunta casi molesto.
-Es que no te lo voy a decir a ti.- Se calla unos segundo pensando su respuesta.
-Oh, qué mayor...
Su tono de superioridad es fácilmente detectable, así que desisto de hablar con él, al fin y al cabo, tampoco se podría hablar de mucho.
Leo de arriba abajo esto que he escrito. No es mi redacción más brillante, de hecho, la considero mediocre. Este mal tiempo no me inspira demasiado.
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