
Añoro la inocencia. Añoro cuando los días pasaban sin tener ninguna relevancia y solamente vivía el presente. Ahora todo es mirar hacia delante. Mirar hacia el futuro. Antes mi mente, tan solo se preguntaba, qué había sido de mi juguete favorito. Ahora pienso, qué será de mí dentro de dos años.
Es agobiante. Esa sensación que te oprime el pecho, que te deja sin respiración cuando pasa por tu mente. Creo recordar que se llamaba incertidumbre. ¿Incertidumbre en el futuro? ¿En mi porvenir?
Es agobiante. La angustia constante de pensar, que un solo error marcará el resto de mi vida. Me asusta tanto, que lo evado cuanto puedo. Pero no siempre hay ruido. Y al final, ese pensamiento se impone cruelmente en el centro de todo.
Entonces empiezan los planes. Piensas cómo seguirás, y trazas un camino, colocas una meta. Pero sin darte cuenta, pones muchos obstáculos. Y cuando están a punto de darte la señal de salida, te arrepientes. Sin embargo corres. Corres porque debes hacerlo y lo sabes. Y sólo te queda concentrarte, y saltar todos los obstáculos, saltarlos todos para llegar al fin a la meta, y respirar tranquilo.
Se lo dedico a mis Lauras